Las
hostias de la vida te han roto los sueños:
–Hay menos autores que
narradores, joder. Yo a lo que voy es a que no sé cuáles me dan más asco.
–¿Y usted qué es? –inquirió una
joven sentada en la última fila.
–Un hombre sin escrúpulos pero
sin las agallas suficientes como para meterse en el mundo de la publicidad.
Alguien se rió… o quizás era una
tos.
Unos gestos conclusivos y unas
frases de despedida. Y esa extraña ceremonia daba a su fin.
La gente empezó a levantarse, las
patas de las sillas chirriaban y la sala se iba llenando de un murmullo seco, como
un carraspeo, y luego quedó el silencio.
Él empezó a recoger los papeles y
el montón de ejemplares que nadie se había llevado. Estaba satisfecho: pensaba
que endosaría muchos menos. La presentación del libro se había alargado más de
la cuenta, sobre todo teniendo en cuenta que, de cuanto pensaba beber, sólo le
habían pagado una botella de whisky.
El libro era una mierda, empezaba
más o menos así:
Se
levantó erecto y dijo:
–No
te lo tomes de forma personal –después se puso los pantalones.
Era una mierda de libro.
La joven de la última fila seguía
allí. Era una chica preciosa. Se puso frente a él, de pie, mirándole. Ella trataba
de que su mirada pareciese intensa o interesante. Él creía que así debía de
mirar una acelga si tuviera ojos.
–No pienso irme antes de que me
diga por qué escribe –declaró ella desafiante. Quizás debido a aquella muestra
de insolente persistencia, él supuso que la joven estaba bastante acostumbrada
a ser la chica guapa, a que la hicieran caso.
–Por favor… –y ante esos puntos
suspensivos, sugerentes como labios provocadores y cejas suplicantes, ¿qué se
suponía que iba a hacer él? Era una chica jodidamente guapa, ¿no? No tuvo más
remedio que sentir cómo se plegaba sobre sus palabras. Intentó… bueno, intentó
algo:
–Yo escupo las palabras, porque
si escribiese no sería capaz de decir nada en absoluto. Escribo mierda, joder,
probablemente por eso a la gente que le gusta lo que escribo es gente de
mierda. Te dejo tomarte la libertad de saborear este momento. Y de la escritura
yo qué sé… Podría decir por ejemplo que la escritura es una puta, sí. Sí,
joder, lo diría y los cuatro hijos de puta que me leen aplaudirían como los
gilipollas que son. Porque, coño, “puta” suena realmente mal y en cuanto a
argumentos, en fin… hay que reconocer que no faltan. Pero no voy a decir eso:
un puto lugar común, el gruñido de un viejo amargado escupiendo humo negro
desde las entrañas del tubo de escape de uno de esos monstruosos camiones de
dieciséis ruedas. Para mí la literatura es una costra infecta que uno trata de
raspar con un carné sucio. ¿O es que mis lectores no buscan algo sórdido hasta
la náusea? Así juegan a ser normales –sea lo que sea eso–, fingirse asqueados
en un gesto de maravillosa estupidez, sentirse afortunados por tener una vida
que no odian demasiado, una pareja que soportan sólo a ratos y un perro imbécil
al que recogerle las cacas. Porque de alguna manera se encuentran a gente
repugnante y al conocerles mejor sólo los encuentran desagradables. Y porque
quizás puedan comentar esto diciendo alguna payasada como que busco provocar o
que soy el escombro de una persona. Porque en definitiva ellos son tan tristes
como yo. Y más patéticos.
–Pues yo leo valor –soltó ella,
¿sería una apuesta idiota?
–¿Valor? –repitió él incrédulo,
porque más que desarmarle aquello le parecía imbécil.
–Usted se atreve a mostrar otra
cara de la realidad a través de la mirada cansada de alguien a quien sólo le
falta… –él confiaba en que dijese algo realmente ridículo, pero la chica se
escabulló entre sus dudas, ¿sabía lo que quería decir? Oh, mierda, que seguía
hablando…–. No todo el mundo podría escribir: “tenías miedo de ser tú, de tus
errores, y por eso, en medio de tu indecisión, las hostias de la vida te han
roto los sueños”, no como usted. A mí me gustaría hacerlo con alguien así.
–Tú eres idiota, niña –respuesta
errónea.
–¡Que te jodan! –¡qué genio tiene
la jovencita…! ¡Y, joder, qué culo tiene así, dada la vuelta!
–¡Oye! ¡Espérate, vamos a
hablarlo…!
Las hostias de la vida te han roto los sueños: por Jorge Roussel Perla se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://parafernaliablablabla.blogspot.com.es/.