So kiss, kiss, cross our hearts to die,
caught inside our one mind’s eye,
feel the terror ride begin,
feel the fear taking me.
GENITORTURERS.
No me quería:
El sueño comienza con el desgarro que produce el
despertador en esa mente humana merodeando entre el olvido y la ignorancia, mi
pequeño esperpento. Mi experimento.
En mis manos, las espadas. Mis alas se cierran en una
plegaria al presente más puro, la eternidad de cada pasión atándome a mí misma
con cadenas de control y razón: un laberinto de significados vasto como una
prisión para el amanecer. La ironía de la ilusión y la verdad brota en algún
lugar, el odio crece en mí mientras el fuego perpetuo consume todo a mi
alrededor. Ante mis ojos se alza una catedral entre las ruinas de su recelo y
su abandono, un templo que los humanos no osarán contemplar, erigido cuando la
desesperación quiso unir un abrazo.
Una vez tuve miedo de descubrirme vislumbrando algo
nuevo, tuve miedo de que el miedo desapareciera y dejara un resquicio doloroso
por el cual pudiera filtrarse la esperanza o cualquier otro concepto igualmente
ajeno: El terror se abrió en su propio movimiento.
Sentía curiosidad y me escabullí del infierno. Sólo para
observar, sólo para aprender a través del corazón de una mujer. Sólo por unos
pocos años de insignificante vida necesitada y rota por la ficción de la
muerte.
Dadme unos ojos hechos de pesadillas y algo a lo que
aferrarme, algo a lo que llamar mío antes de colapsar, y tendré suelo firme por
el cual marchar y extenderme.
No me
quería, ésa era la verdad. Supongo que era más cómodo escuchar la alarma del
despertador que despertarse. Era más fácil recoger los pedazos de consejos
rotos que deseaba oír y llenar la mochila. Más fácil que mirarte y verme
reflejada en el espejo de tu mirada, sabiéndome resquebrajada y sola.
Acabé
transformándome en todo lo que había odiado de pequeña. Era sencillo echarte la
culpa porque tú me amabas y siempre ibas a estar ahí. Lo veía en tus ojos con
claridad: siempre ibas a estar ahí. Era fácil decir que si yo era una persona
horrible contigo, era porque tú existías.
Eras
demasiado para mí, eso pensaba. Por eso siempre creí que te ibas a escapar, más
allá de los dominios de mis promesas rotas. Era un círculo. Siempre tomaba el
mismo camino: quería huir de mis gritos, de mi violencia, de mis mentiras y de
mi agonía. Regresaba a ellos. Regresaba a través de ellos.
Y como nos
hice tantas cosas horrorosas, no tuve más remedio que esgrimir las mejores
razones, las más altas, las mejores, las más lejanas.
Sin embargo,
por más que tirara de mí con todas mis fuerzas, no podía escindirme en otra, y
sentía mis suspiros atrapados en tu pecho, sentía mi boca prisionera de tu
lengua, sentía mis sueños alfileres de mis ganas, sentía tus recuerdos clavados
en mi olvido.
Mis espadas pueden henderse en mi forma y en mi
contenido. El filo hace un corte más, siento un frío libre bajo la piel, mi
cuerpo entero se llena de heridas por cicatrizar, líneas rojas sobre mi palidez,
historias por encima de mis verdades y mis mentiras.
Sonrío, esto es mejor de lo que pensaba: el bien y el mal
son como la derecha y la izquierda. Desde fuera podría parecer que insistir en
girar constantemente hacia un lado sólo nos lleva a mirar en la dirección
opuesta, no obstante y a estas alturas, son simples conjeturas sin valor.
No soy una simple mortal atada a la fragilidad de la
fugacidad, y la furia y el terror están en mis feudos, vasallos sin señor cautivos
en mi puño.
Pero los grilletes que creía sobre mí me han dado la
libertad para quitarme la mordaza del bien y del mal, la venda de los símbolos.
Anhelaba
intensidad, por eso hacía que el dolor le susurrara a la tortura todos los
engaños que me ofrecía el poder, era delicado cuando musitaba cerrojos sin
llave. Después de eso cualquier tregua momentánea parecía una relación de
verdad: nos disfrazábamos de amor y calma.
Guardaba el
descenso en mis nudillos y en mis insultos, tan obvio que resultaba cegador. Ya
no existía el afuera de nosotros, el castigo había usurpado ese lugar. Era como
si la noche hubiera encerrado al atardecer por un crimen contra el sol.
Y yo me
ahogaba.
Pensaba que
todo eso, todo eso que me estuve años relatando, era la felicidad.
Mis espadas pueden cortarme el cuello, las noto sobre mis
venas preguntándome si soy yo quien las empuña. Están tan afiladas que mi
cabeza se desgaja de mi cuerpo con un suave roce del metal. Antes de caer al
suelo, sigo mirando desde mis ojos y mi cabeza sigue estando sobre mis hombros.
Los ojos dicen verlo todo menos la visión. La mente lo conoce todo excepto a sí
misma. Mis espadas jamás podrían cortar su propio filo.
Y el tiempo se dobla como una figura de origami.
Y te amaba,
aunque no supiera hacerlo, aunque no lo soportara. Te amaba. No quiero que
dudes de eso. Tampoco deseo que me perdones. Me has visto muchas veces llorar,
esta vez no estoy enferma pero el dolor persiste. ¿Puedo perdonarme? ¿Puedo
perdonarme ya?
No tengo
respuestas, las preguntas también se han ido.
Yo también
me he ido. O nunca he estado.
Nunca había
visto esto.
En este
sueño nadie tiene razón. Nadie es culpable.
Sólo
caminamos.
Espero que…
aunque no comprendo...
Mis espadas han desaparecido en un eclipse del espíritu.
Sé lo que no significa, ahí están de nuevo, sangrando, preparadas para cortar
el universo por la mitad. El pasado y el futuro nunca han pesado un solo gramo.
He llegado a un lugar sin paisajes, donde cada mirada es
un misterio desnudándose en lascivia y cada paso se transforma en un camino
nuevo y completo.
El sonido
del despertador es odioso pero me ha gustado despertar, oírme a mí misma siendo
un despertador odioso. Sonrío somnolienta, no puedo evitarlo. No hay nadie que
pueda sentirse molesto, aunque, a la vez, todo sigue igual, retiro a duras
penas el pesado manto de los sueños.
Me siento
como si nunca me hubiera estirado, a pesar de eso no puedo decir que haya
perdido el tiempo.
De repente
me río, a carcajadas.
De repente me río, a carcajadas.
Gimiendo de vida y muerte arden las llamas de mi
realidad, arrasándolo todo a cada palabra que callo, las que pronuncio las
tengo crucificadas en un idioma irrelevante. Supongo que me sé descosiendo el
mundo si mutilo la letra más sórdida.
Quizás haya preguntas. El infierno es el paraíso, el
paraíso es el infierno.
Nadie es culpable, de modo que me limitaré a existir.
No tengo respuestas.
Me levanto de la cama. No soy un experimento subestimado,
ni una diosa ni una mujer. Todos los días son buenos en ambos mundos, los
cuales ahora se aparecen ante mis ojos a la vez y ya no logro distinguirlos.
Hoy tengo alas y un trabajo por la mañana. Y por fin no sé quién soy.
¿Soy un sacrilegio en medio de la violencia contra ese
alma a la que pervirtieron el dogma y el pecado cuando nacieron? ¿Soy una risa
arcana y oscura que sale de entre mis labios sedienta de vida? Acabo de ser un
despertador despertando, sagrado como la noche…
Y la sabiduría que ya nunca estuvo en mi posesión se
funde con el tiempo.
El mismo mundo es el camino que nadie recorre.
No
hay verbo.
No me quería by Jorge Roussel Perla is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Based on a work at http://parafernaliablablabla.blogspot.ie/.
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