Life and a lover:
–…
lo cual avalaría la teoría holográfica del universo –finalizó el profesor.
–¿Significa
eso que, dentro de los límites de esta teoría, no podríamos dar una estimación
aproximada del origen del universo, entendido como la totalidad de los
universos existentes? –preguntó una de las estudiantes.
–Cada vez
estoy más convencido, al contrario de lo que piensan nuestros amigos los
filósofos… –hubo algunas risas entre el alumnado, muy esforzadas ante lo que no
tiene gracia, de ésas que únicamente se escuchan en las universidades y en los
departamentos de dirección de las grandes empresas, y que irritó en secreto al
profesor–. Cada vez estoy más convencido, como decía, de que no hay ningún
problema, al menos en física, a la hora de hablar de un presente infinito.
Sofie se
despertó poco a poco. Se irguió lentamente, como una pantera entre la maleza, a
fin de no llamar la atención del profesor, justo cuando éste daba por concluida
la sesión.
No había sido
casualidad: ya era toda una experta midiendo el tiempo desde la inconsciencia
de los sueños.
Giró el
picaporte para salir de clase: llegaba tarde a una cita.
Abrió la
puerta, el vagón del tren no estaba apenas ocupado, un hombre abrió de golpe la
puerta en el otro extremo y disparó, dando a un pasajero a su lado que leía el
periódico y que se desplomó sobre del asiento de delante, ella cerró la puerta
de golpe. Ahora no quería acción.
Un monje
barría los pétalos rojos delante de la entrada del tiempo mientras ella veía el
templo ser, sentada. Pero tampoco quería ese sosiego entre los caminos de los
que estaban hechos las montañas.
Caminó un poco
más y se aproximó a la terraza de algún bar en alguna plaza soleada. No era
verano, era más bien la forma en la que recordamos su calidez durante los días
de invierno. Agitó un vaso con hielos y le dio un sorbo a su refresco mientras
el sol se derramaba sobre ella.
La vida y una
amante.
Era lo único
que anhelaba: sentir la ternura del mundo sostenida en una mirada jugando entre
el deseo y el cariño. En el mundo real no podía dibujar con un pincel el olor
de la piel de su amada después de hacer el amor, no existía frase alguna para
decir su belleza sin nombre: su mente, cuanto había en ella, su inteligencia,
sus talentos o su sentido del humor, no había letras que, al encontrarse,
expresasen lo que sucedía en el corazón cuando reía o cuando apoyaba sus pechos
en su espalda y la abrazaba convertida en la dulzura. Dos formas en una sola. Y
las palabras del silencio se deslizaban por aquellos labios tan pegados a su
cuello… Ansiaba el sabor de los besos de aquella llama onírica que una vez fue
real en sus espirales.
Y soñaba con
ella cada noche, sin embargo, lo hacía bajo el terror informe de las pesadillas
y su crueldad.
Y era
precisamente eso lo que quería investigar.
Se vistió de
guerrera para hacer frente a la oscuridad y cruzar al otro lado.
Unos
detectores antirrobo la flanqueaban y una caja registradora se veía unos metros
más allá.
Un centro
comercial se encontraba a su alrededor.
Los centros
comerciales ya le parecían espeluznantes sin las sombras del horror puro
acechándola y sin esa sangre cayendo por las columnas. De alguna forma le
reconfortó la idea de que un centro comercial del terror era redundante y creyó
que podría retener ese pensamiento como un talismán protector.
Aunque en
apariencia un espacio grande y diáfano, los ángulos de las tiendas y las salas
por las que pasaba se constreñían a ratos, cerrándose sobre su tórax todas las
perspectivas y los puntos de fuga como puntos de sutura. Las paredes, al
expandirse, tenían frases escritas que parecían robar la luz. Y ella sabía que
no debía leerlas.
Las tétricas
notas que dejaba en el aire una caja de música
sirvieron de
telón de fondo
para un
tiovivo que apareció como en medio de un bosque. Rompió el estruendo de los
aplausos entusiastas de un público que no estaba ahí. La guerrera miró a todos
lados, asustada, sin sentir a nadie a través de la negrura, después se acercó
al tiovivo, furtiva.
Y se detuvo al
verla: allí estaba su amada, tan lívida que parecía un cadáver mientras se
deslizaba entre los caballos, vivos y heridos, y los barrotes que los
atravesaban. Sus pálidas manos pasaban por sus crines ensangrentadas en una
burla de la calma.
La guerrera se
acercó a la muerta. La muerta la miró, gélida, y no dijo nada.
Y no ocurrió
nada.
Sólo había
silencio.
Y ella, la
guerrera, se sintió sola y se sintió estúpida.
Detenida ante
un cristal de indiferencia pura que no podía atravesar.
Y la eternidad
se detuvo ante su soledad, degustando el momento, como una depredadora infinita
del rechazo.
Las risas de
desprecio del público nacieron en un estruendo que en seguida se tornó
ensordecedor, inundaban su cabeza, la ansiedad que se ahogaba en sus pulmones
retumbaba entre su miedo y su sufrimiento, y el desdén se clavó en cada uno de
sus temores.
Sofie tiró su
espada y se aferró las sienes mientras gritaba de dolor en el corazón.
–¡Despierta,
Sofie!
–Mierda… –su
labio temblaba, notaba sudor frío en su nuca, estaba decidida a no llorar.
–Espera, ¿he
hecho mal en despertarte? –se apresuró Miguel, suspicaz.
–¿Qué…? No… es
sólo… mi investigación no avanza, tío.
–Oye…. ¿y no
has pensado buscarla en tus sueños? Ya sabes… en vez de… en vez de en tus
pesadillas… –se aventuró él.
Ella se
levantó del sofá, intentando poner su cabeza en orden.
–Agradezco
mucho tu ayuda, pero algo me dice que… que no tenía que haber parado aquí –él
no supo interpretar demasiado bien qué había querido ella decir con esa frase.
–No te
preocupes, la próxima vez pondré toallas –probó a decirle.
–¡Joder, que
llego tarde! –exclamó ella mirando el reloj.
–Te has
juntado demasiado con españoles –afirmó su amigo desde la puerta, mientras ella
se iba.
–¡Muchas
gracias, tío! –consiguió decir ella al marcharse, profundamente agradecida.
Quizás estaba
buscando en el lugar equivocado.
La conexión…
¿tal vez estaba en los sueños? ¿En los sueños bonitos?
¿Acaso se
encontraba en todas partes…? Debía acudir a esa cita, aunque tal vez aquella
decisión no tuviera ningún sentido.
Quizás nada de
lo que hacía lo tenía y tan sólo estaba perdida, luchando por entender un mundo
tan desquiciado como ella.
Si bien crecía
en ella la intuición de que en el mismo núcleo del caos se hallaba la calma.
Life and a lover by Marta Roussel Perla is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
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