Siempre nos
dicen que somos enemigas, que nos robamos las unas a las otras, que decimos una
cosa y queremos decir otra y que así atacamos a nuestras compañeras y
defendemos nuestra virtud para no parecer fáciles. Fáciles. Eso dicen. O difíciles.
En el instituto leo fragmentos de poemas y en todos ellos las mujeres callan y
su silencio las hace crueles.
Últimamente ha
habido un problema en el instituto: los chicos perseguían a las chicas, muy
romántico todo, las acorralaban después y las tocaban. Hay gente que dice que
es el porno, no lo creo, también dijeron que los videojuegos violentos son la
causa de asesinatos pero… ya analizaré el cine porno más adelante en mi vida,
supongo. El aula en el que pasó eso no era mi clase, además nunca me doy cuenta
de lo que pasa a mi alrededor, leo y me pierdo entre las palabras. Pero, siendo
sincera conmigo misma… ¿habría sabido cómo reaccionar de haber presenciado algo
así?
Una vez un chaval
me dijo que había participado en una violación en grupo teniendo catorce años,
porque entre chicos se dicen esas cosas. Y no supe cómo gestionarlo, mis amigos
se callaron conmigo, sin saber qué hacer, sin saber qué decir, entre
horrorizados y confundidos, y yo dejé de ver a ese tío. Videos porno, zorras,
guarras… silencio. Odio a los hombres. A su mayoría al menos. No lo sé. A veces
quiero gritar, pero gritar no es de buena educación. Y yo quiero.
¡Quiero
gritar!
Soy joven aún,
lo del odio se pasará, pero cada frase y cada comentario los recordaré con
rabia, asegurándoles a mis amigas que ellas ni se imaginan cómo anda el patio.
Cuando estoy
con mis amigas y con mis amigos viendo una película y les digo que es sexista
me dicen que exagero y que veo sexismo en todo. Y tienen razón, ¡hay sexismo en
todo!
Pero ahora
somos adolescentes, dadle tiempo a mis amigos: uno de ellos será todo un
feminista en el futuro, otra pasará en apenas dos años de usar la palabra
“feminazi” a entender los abusos más sutiles dentro de una pareja, y así. Y
dadme tiempo a mí, aún no he leído, aún sigo negándome.
No me gustan
las fotos porque no me gusta verme en ellas, he convencido a mis amigos y
amigas de que me llamen por mi apellido porque me asquea mi nombre, ser una
mujer cis sería perfecto, ser trans… me llevaría a la prostitución, ¿verdad? Me
da miedo, pero nunca soy más feliz que cuando puedo ser un personaje femenino
en videojuegos, partidas de rol, relatos. En mi mente jamás he sido un hombre. Y
aún no lo sé, pero acabaré en una relación en la que me maltratarán.
Supongo que
tardamos un poco de tiempo en cortar con el machismo… nuestros hijos y nuestras
nietas, nuestros tataranietos y sus hermanas lo tendrán muchísimo más fácil.
Cuando me miro
al espejo no soy el reflejo. Me cuesta entender los roles de género y cada vez
que veo una diferencia de trato entre hombres y mujeres algo se revuelve en mi
interior, pero no todo está claro y tengo un amigo al que llamo “gay” para
meterme con él porque nadie me ha explicado lo increíblemente misógina que es
esa palabra y esa concepción de los roles. Porque yo sola no puedo saberlo
todo, aunque todavía no lo sepa.
Aún siento que
los travestis son un insulto a mi existencia, que son una burla a las mujeres. Necesito
en mi vida a esa pareja de amigas que me explique que lo que hacen drag queens
y drag kings es precisamente destacar la performatividad de los roles sobre el
fondo de lo que llamamos sentido común. Aún creo que, aunque me operara, nunca
sería una mujer de verdad a ojos del mundo. Pero los peques sabrán decir
quiénes son, no queda tanto. No obstante, cuando yo tenía seis o siete años se
decía entre susurros la palabra “maricón” porque esos hombres estaban mal de la
cabeza, porque era algo antinatural. Y les pegaba la gente de bien. Y, a veces,
les mataban. Lo recuerdo perfectamente, ¿y nosotras?, nosotras éramos parodias
interpretadas por hombres o monstruos que no debían existir.
Pero un día las
mujeres marcharemos sin miedo un ocho de marzo, decidiremos y, más tarde, mucho
más tarde, viviremos en completa igualdad con nuestros compañeros. Parece tan
lejano… hoy parece imposible.
De vuelta a
casa un tipo que va en coche me pregunta por una calle. No sé dónde queda, pero
decido ser maja con él y le respondo con amabilidad. Soy menor pero él me
pregunta si chupo pollas.
Un poco más
tarde un señor intenta explicarme cómo son las mujeres mientras irrumpe en mi
espacio personal, en un bar en el que me he metido para comprarme un bollo. Sé
lo que tengo que hacer: sonreír, asentir e irme.
¡Me gustaría
gritar!
¡Me gustaría
gritarle! ¡A él! ¡Decirle que me da asco, que no tiene ni puta idea, que no
somos cosas y que no tenemos una puta mente colmena ni pensamos todas igual!
Ni somos todas
igual. Y ninguna es lo que dice ese baboso. Y no somos lo que dicen capullos
como él que compran mujeres.
Y si las
compran, también pueden robarlas, ¿no?
Siempre por
encima, quitándonoslo todo, las opciones, la dignidad, el trabajo, los
derechos. Robándonoslo todo con sus bromas y su silencio. ¡Con mi silencio!
¡Necesito
gritar!
Pero aún no se
hacerlo.
Porque todavía
no he comprendido todo lo que intuyo.
¡Sí, aún no se
hacerlo!
¡Pero sabré!
¡Quería gritar! by Marta Roussel Perla is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en http://parafernaliablablabla.blogspot.ie/.
Te había dejado un comentario bastante largo, Marta, qué lástima que no apareció... o tal vez se borró por lo de Google+ que cierra.
ResponderEliminarMe gustó mucho el texto y tu valentía.
Un gran abrazote.
Hola, Mirella, muchas gracias por tus comentarios.
EliminarEl caso es que me marca que tengo cuatro pero sólo veo el tuyo de modo que se deberá a la migración de Google + a Blogger, digo yo. Me están desapareciendo muchos comentarios, una pena.
La verdad es que nunca en mi vida me he encontrado mejor ni más feliz y yo diría que es toda una señal de que he hecho lo que tenía que hacer.
El mes que viene toca un relato de fnatasía muy chulo, espero que te guste también.
¡Un abrazote! ^_^